Presentación del Libro de de Edgardo Zouza. Sábado 3 de agosto a las 16:, Sala Borges
Prefacio «He nacido y vivo en Tandilia. Mis raíces se nutren de esta tierra. Este libro es un canto a Tandilia. Tandilia madre, Tandilia fértil. Es un canto a mí, y a mi esencia. Un canto a la vida, y al silencio, es decir a la poesía. Nacida al calor de las hogueras comunales, hermana del teatro y la danza, sombra de la magia, música de las entrañas del corazón, la poesía es el manantial de donde brota el lenguaje. Todos somos poetas, aunque nos disguste. Y pese a que es imposible asir a la poesía, pese a que no hay forma de encerrarla en nada, y aparece como ciertos yuyos, con la porfía de la vida, en los lugares menos esperados, ella será la canción que entona, en silencio, el corazón del guerrero, antes de la batalla; y será la caricia que sopla, a los pies de la cuna, el alma de una madre. Ella baila en la mano de Ezra Pound, cantando loas a Mussolini, pero también es ella quien acaricia las mejillas de Nazim Hikmet en prisión. Remanente de épocas matriarcales, a nuestras mentes tan talladas por la rigurosidad y el afán utilitario del patriarcado, se nos hace difícil entenderla. La poesía es profundamente matriarcal, ella es expresión de esa cosmología. Lo matrístico, se basa en valores antagónicos al patriarcado. La ternura, la risa, el compañerismo, en lugar de la fuerza, la competencia, la propiedad; la sabiduría de disfrutar de lo que encontramos bello, en lugar de buscar una utilidad en todo; la tierra como un ser vivo, como un vientre profundamente generoso y fecundo, y no como una parcela de producción desechable. La poesía como un río subterráneo ha logrado subsistir y emerge a veces como un geiser en flor, para que no nos olvidemos de donde venimos, de donde somos. La poesía no pretende cambiar el mundo, porque su mundo ya es otro. Un mundo que también es nuestro. No pretendamos que la poesía nos lleve a él. Debemos ser nosotros quienes lo construyamos, y más que construirlo, la tarea es volverlo presente, puesto que ese mundo ya existe aquí, subyace debajo de lo que algunos llaman realidad. Y cuando hayamos tornado visible y palpable ese nuevo mundo, allí la encontraremos, a ella, hermosamente inútil aún, pero perturbadoramente imprescindible. «